viernes, 20 de junio de 2008

Oídos sordos tras el no de Irlanda, Europa no se da por aludida

Hoy y mañana se celebra otra cumbre europea de Jefes de estado y de gobierno en Bruselas. El Consejo Europeo. Desde la ventana de mi oficina los veo llegar, cada uno con sus coche oficiales, escolta policial y demás sequito incluido. Un circo total, los más importantes con los más importantes, un club privado y exclusivo a pesar de que ya son veintisiete Estados miembros, y un poder de decisión sin control parlamentario ni transparencia, una mega logia masónica del siglo XXI.

En la agenda de la cumbre figurará el no irlandés al Tratado de Lisboa. Unos dicen que Irlanda no va a parar a Europa. Otros que la culpa es Europa occidental. La mayoría parece estar de acuerdo que hay que continuar con el proceso de ratificación del Tratado. O sea, un sólo referéndum de una pequeña isla desagradecida del Atlántico no va a parar el proceso de integración. Los lideres europeos saben que ya no convencen y por ello prefirieron meter la casi totalidad del contenido de la constitución en el Tratado de Lisboa, y después argumentar que los referendums no eran necesarios para su aprobación, que la vía parlamentaria bastaba. Irlanda no les ha dado la razón. Se ha comportado como la aldea de Asterix, desafiando al nuevo imperio.

El no irlandés de la semana pasada deja claro que los referendums no casan bien con Bruselas, y que el no francés y neerlandés a la constitución europea no fueron solo votos de castigo contra una elite nacional ensimismada, sino también una prueba de que Europa ya no es un valor positivo o un objetivo incuestionable para los ciudadanos. Europa ahora significa globalización sin compensaciones sociales, jornadas laborables de más de 48 horas, leyes migratorias represivas y propuestas para que ahora paguemos por recibir llamadas en el móvil. Los ejemplos son tan numerosos que no es sorprendente que Europa se haya convertido para muchos en una maquina intervencionista e impersonal, sin dirección clara, políticamente cuestionable, que parece defender los intereses de las grandes empresas antes que el de los ciudadanos. Europea no es sexy y como decía Van Gaal de la prensa, todo, todo, todo parece negativo. Esta no es la aventura que anhelaban los padres fundadores. Hay que reflexionar y cambiar el rumbo o acostumbrarse a los referendums perdidos.


martes, 10 de junio de 2008

El futuro de la pesca: Menos pesca para ganar más

La semana pasada el barrio europeo estuvo paralizado debido a una protesta del sector de la pesca. El malestar del sector llegó también a las puertas de la capital de nuestro imperio, pero esta vez nos dejaron entrar en el trabajo mientras que en diciembre Greenpeace amuralló la entrada principal del Consejo. El dispositivo de seguridad fue impresionante, parecido al que padecemos cada vez que hay una cumbre europea de jefes de estado. Y a pesar de ello hubo incidentes, incluso después de haber tratado alejarlos algo de las instituciones. Supongo que no es conveniente que puedan perturbar el trajín diario de la fábrica europea.

Sin embargo, haberlos alejado no significa que los problemas del la pesca vayan a desaparecer por arte de magia. El coste de la vida, o para ser más exacto, el coste del diesel está haciendo que la actividad pesquera sea más cara y menos rentable. Lo mismo pasa en otros sectores dependientes del petróleo, y ya han habido protestas de agricultores, taxistas, transportistas etc. en varios países europeos. Es tiempo de crisis y no parece que la situación vaya a mejorar a corto plazo. La OPEP no está por la labor. Pescar no es sólo una actividad peligrosas sino también cara. La crisis del sector es parecida a la que vivió el carbón en décadas pasadas y si no se toman medidas pronto, los pueblos gallegos y de otras regiones dependientes de la pesca van a parecer los pueblos de la cuenca minera asturiana, que viven gracias a subvenciones y jubilaciones pero sin saber cuanto van a durar. Y después ¿qué?

 El problema es también ecológico pero supongo que ahí el sector prefiere callar. Los mares están cada vez más vacíos mientras que el consumo de pescado ha aumentado significativamente. Los gallegos y sus semejantes donde los haya, que pescan por naturaleza y necesidad, tienen que salir a faenar cada vez más lejos de casa, y entre tanto, de forma paulatina, los países con caladeros están echándolos (ver Marruecos), reemplazándolos (normal, ellos también tienen derechos a beneficiarse de sus recursos), y lo que es peor, copiando esta ansia humana de llenar bodegas sin mesura. Y el mar terminará por convertirse en un desierto. La acuacultura puede llenar un hueco, como los biocarburantes, pero es un parche y la industria aplica las mismas técnicas de la ganadería intensiva, por eso el salmón es ahora tan barato y atiborrado de antibióticos. Esto no es sostenible. Los días de pescado barato, como de diesel barato, parecen haber terminado. Hay que optar por pescar menos para ganar más, por la calidad, por gestionar los recursos de forma más sabia, más sostenible, pagar el precio justo que requiere otro tipo de gestión y buscar alternativas. No va a ser fácil. Visitar los pueblos y ciudades que vivieron del carbón puede ayudar a soslayar y tratar de evitar lo que nos viene encima.