viernes, 22 de octubre de 2010

China Inc. o el ultraliberalismo del nuevo siglo

La guerra de divisas está mostrando que por el momento China no pretende cambiar un ápice su modelo de crecimiento económico y prefiere continuar siendo la fabrica del mundo, aprovechar su ingente mano de obra barata y sumisa, seguir creciendo exportando y que el resto del mundo se las apañe con la actual crisis, qué para eso han vivido por encima de sus posibilidades (bueno, parece que estoy escribiendo de Alemania ¿no?).

Pasa que los chinos exportan pero no importan por igual, no consumen productos del exterior con la suficiente avidez deseada, no asumen responsabilidades a la hora de sacar la economía mundial de la crisis, invierten todavía poco sus beneficios en el exterior (aunque paso a paso se estén haciendo con los elementos más débiles del sistema, con los países africanos o ahora Grecia). Lo más irónico de todo es que el euro, esa moneda sin futuro en esta nuestra economía en crisis ─como el dólar o a la libra por mucho que digan los tiburones de la City y los euroescépticos anglosajones, que la crisis no hace distinciones─ no para de carecerse de nuevo, de subir como la espuma, cuando lo que debía ser es perder valor, devaluarse, permitir que nuestros productos fueran más competitivos en China por ejemplo, así que nos dedicáramos a exportar, exportar, y exportar. Anda Trini, ¡a por ellos!

China, claro está, va a lo suyo, como nuestros países, en eso no somos tan distintos. Pero sin mayor cooperación, sin una mayor concertación económica internacional, sin que China se involucre de lleno en la gestión de la economía mundial, en el FMI, en el G20, en la OMC, etc. esta crisis va a seguir dando palos, a durar más de lo deseable, a frustrar más vidas. La salida de la crisis está en nuestras manos, China no es la salvación plena pero una ayudita de Beijing vendría de perlas a la economía mundial. Y China se mantiene en sus trece, haciéndose de rogar.

Hay otro asunto más preocupante; que el mundo sea tan solicito con un país con un Nobel de la Paz en la cárcel. China está convirtiéndose, si ya no lo es, en el valedor de la mala ideología probablemente ya preponderante en la actualidad, del ultraliberalismo autoritario. Derrotado el fascismo por la democracia y el comunismo; muerto el comunismo tras la caída de muro de Berlín, muchos pensaron que la democracia sería la ideología principal de nuestro nuevo siglo. Fukuyama y su fin de la historia. ¡Qué equivocados estaban!.

Lo que no consiguieron los chicos de Chicago y Pinochet, lo que siempre han deseado los chicos de Wall Street o la City ─que se lo digan a "Z", que en su reciente viaje a Nueva York fue a la ONU a hablar de los objetivo del milenio (que sí seguimos así va a ser ese de acabar con el paro en España) y a Wall Street a pedir disculpas y prometer rectitud y frugalidad─, lo está consiguiendo China, que acaba de prefigurar a Xi Jinping como posible sucesor del actual presidente Hu Jintao en esa perfeccionada logia masónica que es el Comité Central del partido comunista, ese club de los leones o rotarios galáctico, controlar el país más poblado del mundo y de paso la economía global sin tener que dar explicaciones de ningún tipo, empeñados están en desacreditar para siempre la teoría de la modernización, en dar a sus ciudadanos lavadoras, yogures y rayos uva, en lograr desarrollo económico sin aportar reformas políticas, sin democracia, ese sistema que sólo sirve para elegir incompetentes (y para cambiarlos diría yo). Si los comunistas vaciaron al socialismo de democracia, el ultraliberalismo autoritario de China está mostrándonos lo mal que nos puede resultar el ultraliberalismo económico y lo mucho que vamos a tener que luchar por la libertad.