Greg Lemond, que ganó tres Tours a base de pasta y pedaladas, escribió en Le Monde un artículo esperpéntico en la que le emplazaba a demostrar que no estaba dopado en su impresionante escalada al puerto de Verbier. Contador ganó ese día y, más tarde, el Tour de manera magistral y si sigue así, va camino de darnos muchas alegrías a los que nos gusta el ciclismo, y aún más cuando el que gana es español. Quedan años bonitos por delante. Armstrong está enrabietado y quizás el cuerpo y su nuevo equipo le permita seguir aspirando al podium. Los hermanos Schleck van a dar también mucha guerra y la rivalidad con Contador seguro llenará las cunetas de seguidores y vaciará los bolsillos de los patrocinadores. Llegarán otros corredores. Nadie se lo va a poner fácil a Contador. Unos le tratarán de ganar en la ruta y otros como Greg Lemond arruinarle la reputación. Pero la montaña de dudas, las más difíciles de escalar, también hacer dudar de sus victorias. El dopaje no nació con la Operación Puerto, que fue para el ciclismo como el pelotazo urbanístico para la construcción, mucho escándalo pero poca justicia. Tampoco interesaba. El dopaje, como el fraude fiscal o las infidelidades son parte de la vida, "la mala vida" será. Y buenos somos los humanos para bien cubrir nuestras debilidades. Vamos a ver lo que deja ver la sangre o el pelo de Contador. Fernando Llamas en su blog del Mundo describió con acierto la situación. A la caza del campeón titula. Suenan ya los tambores del dopaje. Contador sabe mejor que nadie lo mucho que tiene que ganar y perder. Depende de él: ser un Heras o de ser la nueva leyenda que todos deseamos.
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