Leyendo el sobresaliente Postguerra - Una Historia de Europa desde 1945 de Tony Judt, me he encontrado con esta perla de Václav Klaus, el presidente checo que acaba de firmar a regañadientes el Tratado de Lisboa. La copio tal cual:
«Los intelectuales que consiguieron dar el salto a la vida pública democrática solían ser tecnócratas ─abogados o economistas─ cuya presencia en la comunidad disidente anterior a 1989 no había sido destacada. Al no haber desempeñado ningún papel heroico hasta entonces, ofrecían modelos más tranquilizadores para sus ciudadanos, tan poco heroicos como ellos mismos. Poco después de suceder a Havel como presidente de la República Checa en 2003, Václav Klaus incidió sin rodeos en este asunto en una alocución presidencial: Yo soy muy parecido a todos vosotros. Ni un ex-comunista ni un ex-disidente; ni un esbirro ni un moralista, cuya misma presencia en los escenarios os recuerda a la valentía que no tuvisteis: vuestra mala conciencia».
Klaus ha conseguido dejar a sus ciudadanos sin poder disfrutar la pérfida Carta de Derechos Fundamentales─como británicos o polacos porque creen que ya tienen suficientes garantías ─ según él para que losSudestes y sus descendientes no puedan demandar compensaciones tras su expulsión al terminar la Segunda Guerra Mundial. Y con ello ha hecho muchos amigos, en primer lugar en la Reública Checa cuyos ciudadanos se quedan sin la Carta a pesar de que su gobierno (del partido de Klaus), parlamento y Tribunal constitucional hayan dado el visto bueno al Tratado, y luego a los alemanes. que son siempre los malos de la película. Entra tanto, Klaus tendrá que esperar a que el próximo revisión de los tratados (probablemente el tratado de adhesión de Croacia) lo permita. A 2012 a lo sumo y por supuesto sin mala conciencia. Los checos tienen pues dos años para disfrutar los derechos que permite la Carta.
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