miércoles, 5 de mayo de 2010

Caciques del Siglo XX

Los caciques gallegos de antes tenían tierras, vivían en la capital, hacían política y sospechaban de los empresarios porque hacer dinero, trabajar para crear dinero, riqueza, era feo, mejor, más entretenido, gastarlo. Ellos se podían permitirlo, mantenidos con las rentas de papá, recaudando a los labradores que explotaban sus tierras, para lo cual iban de vez en cuando al pazo a ver si todo seguía en orden. Ellos arriba y el pueblo abajo. Era la ventaja de ser noble.


Las desamortizaciones, la industrialización y con ello el auge de la clase obrera, la lucha por los derechos democráticos, el sufragío universal, el éxodo rural y la universalidad de la educación terminaron con estos caciques, que ahora tienen que trabajar de nueve a siete, enviar a sus hijos ha hacer MBAs, pagar pensiones alimenticias y convertir sus pazos en casa rurales o alquilarlos para bodas.


Otra opción válida son las Cajas de Ahorro. Las huchas de alcaldes y autonomías. Vidas plácidas con los ahorros de los demás. Incrustados. Felices. Sin revuelos. Puestos a dedo, con asambleas generales coaptadas, sin la fiscalización de sus accionistas, sin tener que demostrar todos los días su valía en la bolsa, esa canalla, nombrando amigos en fundaciones y obras sociales, con sedes diseñadas por arquitectos de renombre. Sus pequeños Guggenheims. Y ahí están los Gayoso y Méndez de turno. Amigos de políticos que también esperan su oportunidad. Si no qué se lo digan a Rato, que cambió el FMI por Caja Madrid. Será buena estrella, o buenos amigos políticos, o las dos cosas a la vez. Y un buen sueldo garantizada la mayoría absoluta de Aguirre en un Madrid con tanto socialista despistado. Son caciques del siglo XX.


Pero estalló la burbuja de la construcción, las hipotecas basura, se hundieron los hermanos Lehnman, se llenó España de parados y déficit, y su mundo feliz empezó a resquebrajarse. Las vajillas y los sorteos de audis y mercedes ya no eran suficientes. Se secó la alberca, corren riesgo sus pernadas, hay que fusionarse, crecer para evitar CajasMadrid, para maquillar deudas o hacerlas más grandes, para el bien del país, para que los ahorros de los gallegos queden en Galicia, como si todavía no hubieran salido de la sucursal, en fin, para que al Estado no le quede más remedio que recapitalizar el chiringuito si esto se convierte en una griegada. Los caciques del XIX casaban bien a sus hijos para mantener las economías a flote, para no renunciar a nada, esperando que las cosas siguieran igual (de bien). Sin tener que rendir cuentas, sin los focos obligados que surgen en estos tiempos revueltos. Los de las cajas se fusionan.


La Voz nos cuenta que Caixanova no sabe hacer dinero, que sus gastos de funcionamiento absorben el 78% de su negocio corriente ¿Y Caixa Galicia la buena? Nos marean. Debe de haber un agujero en algún lugar. Peparados estámos. Y tras la fusión, habría que despedir a todas las ejecutivas y privatizar las cajas, la única manera de acotar la nefasta influencia que ejercen nuestros políticos. Ya vendrán luego los caciques del Siglo XXI. Entre tanto, en Galicia seguimos aguantando a caciques del XX.

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