La Presidencia checa de la UE, aguardada con tanta expectación y marcado escepticismo, ha tomado las riendas de la Unión sin tan siquiera poder disfrutar de ese período de gracia que todo actor novel ansía. En este año que pinta muy negro, de desastre económico y desempleo vertiginoso, la crisis del gas ruso y la guerra en Gaza han recalcado que las políticas que sólo sirven para demorar lo espinoso son siempre más costosas, y por ende descubierto la futilidad de la acción rusa e israelí. Los problemas no se han esfumado, proseguirán los muertos de frío o de plomo, el gas en manos rusas, los ucranianos por medio, Hamas gobernando Gaza e Israel de gallito fácil con sus colonias prosperando.
Toca mar gruesa. Los checos ni presidiendo la UE has sido capaces aún de ratificar el Tratado de Lisboa, para muchos convencidos, imprescindible menester para representar a los europeos con autoridad y convencimiento, y por ello tiemblan las carnes pues en sus corazones quizás anhelen que los irlandeses, también en recesión, se ventilen de una vez por todas el tratado, y con ello una década de discusiones interminables sobre nuestro imposible futuro común. Y en el castillo de Praga no ondea la bandera europea. Tenemos en Europa una presidencia una tibia.
La bandera azul estrellada no ondea en los más alto de Praga, pero los checos nos han tenido reparos en colgar en el edificio de los ministros en Bruselas un mural de David Černý que ha levantado alguna ampolla e incluso inventarse unos cómplices de tan burda provocación. Es verdad que tiene éxito este mural, todo el mundo lo quiere ver, pero es tan feo como una fractura de tibia y peroné.
España tiene su oportunidad el próximo año de colgar algo más resultón, pero si de esperpento se trata, pongamos en una pantalla gigante una comparecencia de prensa de nuestra ministra de Fomento, avisando que ella no tiene la culpa de nà. Se titularía una lección de ministro en el edificio de ministros europeos. Esta es una muestra consumada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario