Cada vez comprendo mejor a Bunbury y Calamaro. La copla y todas esas canciones de toda la vida que mi madre ponía en el radiocassete del coche durante interminables viajes por las curvas del norte, y que tanto odiábamos, no paran de turbarme. Saqué de la biblioteca del Cervantes un CD de coplas de Placido Domingo Pasión Española. A primera vista me sonó a una de esas recopilaciones que te ponen en los toros o centros comerciales pero reconozco que estoy en pleno proceso de redescubrimiento, y celebro una canción bien doliente que el franquismo incluso quiso apropiarse, el exaltado poema cartagenero de Antonio Álvarez Alonso Suspiros de España. He estado escuchando todo el día la versión de Domingo, el pasodoble del exilio ─porque hay varias y con letra alternativa, por ejemplo la de la película Soldados de Salamina del Cigala─ y he pensado que si antes fallamos a la hora de ponerle letra al himno, deberíamos convertir a España en el primer país del mundo con dos himnos: el actual para las celebraciones en casa, y un segundo para las del exterior, que muy bien podría ser esta versión de la copla, esos sí, ahora subtítulada, País de las Autonomías, y añadiendo algún Portugal por medio para hacerla más ibérica.
Ahí va Estrellita con los suyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario