lunes, 16 de febrero de 2009

Votar para perpetuarse en el poder

Dos mandatos máximo proponía en mi anterior entrada y, días más tarde, Venezuela me ha quitado toda la razón y posibilita la próxima reelección de Chávez, o cualquier otro presidente por llegar. La ambición bolivariana, la Chávezcracia y su proyecto ilusionante requieren más tiempo y más petróleo si bien antes tendrá que ganar las próximas elecciones. Chávez ha sabido jugar las cartas y se ha salido con la suya.

 

Chávez intuye que no tiene parangón, que le incumbe perpetuarse en el poder, porque sólo él sabe lo que necesita Venezuela. Sin embargo las urnas no siempre certifican la sabiduría de los ciudadanos a la hora de votar. Es lo que piensan todos los que pierden ─Chavez el primero─ y este segundo referéndum ha corroborado muchas sospechas.

 

Aquí en Europa sabemos también algo de referéndums. Llevamos casi una década tratando de aprobar un tratado ya muy retardado y, de nuevo, nuestras ambiciones estarán en manos irlandesas que dirimirán si salvar o hundir definitivamente el Tratado de Lisboa. Y más cerca, en Andalucía, tenemos otro Chávez que, sin revoluciones ni Bolívares por medio, no conoce la derrota y presume de reelección indefinida. Tienen estos Chávez un conocimiento del pueblo, abrumador.

 

Posiblemente la Chávezdependencia sea una forma aún desconocida de adicción que comparten Venezolanos y Andaluces. En Galicia es más difícil que aflore este fenómeno de perpetuación. El censo de 2006 revela que sólo hay 69 Chávez, menos del 1% de España. Sí es verdad que la Fragadependencia duró lo suyo pero, tras mucho maquillaje, nos reencontramos con la alternancia, ese forma de gobernar tan poco apreciada entre la clase dirigente. Quedan los Castro. Quizás un nieto del Comandante se atreva con Galicia ahora que España está nacionalizando a media Cuba.

 

En fin, quiero compartir otro propuesta democrática: No deberían repetirse las consultas hasta que pasarán por lo menos cinco años, para respetar el signo del voto y poner tiempo y tierra de por medio, y así impedir celebrar plebiscitos hasta saciar los anhelos últimos del político de turno.

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